Sé a plenitud ― reflexión
desigual a la fe― que si la humanidad ―lo que queda de ella―no se hubiese perdido
estos miles de años inserto en un dios fantasioso, plural y ficticio, tendría
en su poder lo que hoy nombra utopía que no es salvo estúpida excusa por no
perpetrar su genuino lugar dentro de este universo que asoma a este mundo con
sus catalejos buscando un porqué que suplante al milagro.
miércoles, 10 de abril de 2013
lunes, 1 de abril de 2013
No importa el
tiempo. El reloj solo cuenta mentiras que va reiterando hasta hacerse verdades.
Pero no es la verdad. Somos únicamente sustancias durables que tardan la vida y
que van reciclando un silencio en desuso. Las piedras no son para hacer
epitafios. Lo que sí es fidedigno es aquello que no tiene origen ni edad ni cumpleaños
que invite a la muerte a soplar las velitas. Porque nada es más real que
llevarse una mano hacia el pecho o buscar a lo largo del cuerpo la casa
embrujada. Ese sitio al que todos tememos que no es salvo un miedo terrible a
una nada ilusoria. Y una vez ya ubicada
la espina decirle hasta nunca al mitómano origen. Cosa Nostra el big bang tan mentado y no obstante su entera ficción
no haga mella en un cielo perfecto. Lo que no es refutable es el teatro en que actúan
además de vampiros e inmuebles Adanes, palabra y Evas. Y que la realidad la
compone una sola plegaria sentada en la sola butaca de un cuerpo proclive a una
muerte que aplaude de pie ovacionando a los muertos. Resumiendo la obra resulta
que el sur sigue a bordo de un tren sin destino y que el norte ha mudado su
casa hacia un libro de cuentos con este principio: “Una vez existió un
asteroide” o mejor todavía: “Una vez existió una existencia”
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