Sucede que el mundo jamás se detiene a pensar en el tiempo, sólo gira en un eje llamado destino y va hilando los días, los años, los siglos. El tiempo lo tejen las aves y el río interminable de nubes y sombras, ellas emigran llevando en sus picos la luz peregrina que alumbra y disuelve las nuevas auroras. Cada cometa regresa a su cita a esculpir una muesca en el rostro del hombre. El tiempo no gira, el tiempo es un ojo invisible en la cósmica faz del gigante a los lejos. Luchar contra el tiempo es luchar contra el río que lleva en nosotros la sangre hacia el pecho.
Yo soy aliado del tiempo, soy uno más en su ejercito diario, él representa el Aquiles perfecto, el sempiterno talón de los héroes pasados que acuñan sinfín un milenio tras otro como una pirámide nunca acabada. Lidiar contra el tiempo es un acto cobarde, el tiempo es el grano de arena en que moran revueltos los mares del mundo, ¿cómo encontrar ese arcano ilusorio en el polvo infinito? El tiempo es ajeno al espejo, el tiempo es aliado de aquellos que suelen mirarlo a través de la espina que son los silencios, los miedos, las dudas eternas.
No existe montaña en la honda del hombre que pueda incrustarse en la frente del tiempo. Sí hay diferencia en los rostros del tiempo, uno es el tiempo en la oruga friolenta enramando sus alas, otro es el tiempo en el bruno botón matizando el carmín de los pétalos nuevos, otro es el tiempo en la espuma salada que borra las huellas, otro es el tiempo que esculpe en la roca el volar de los astros.
Otro es el tiempo del hombre, uno distinto al crepúsculo rúbeo que alumbra la flor en las tétricas fauces. Ese yo elijo ocultarlo como un Odiseo que todo sufraga. Ese ese es el tiempo que asiento en un noble paraje como un albornoz que protege el recuerdo. Allá confecciono una ermita de sueños que son mi templanza. Allá es donde viajo de forma invariable a brindar una hogaza de arrojo, una grupa de aliento, un sorbo de letras, ese es el tiempo que el dios de ti mismo reclama en tus huesos. Ese es el tiempo que vive latiendo en las venas indemnes que secan el llanto. Ese el tiempo que ofrece un café cuando llegas cansado a la cueva nocturna. Ese el tiempo que usurpa mi tiempo.
Nuestro tiempo es ahora, y ese tiempo es el mismo segundo que hoy vive en la hiniesta del tiempo postrero. Hoy el tiempo ha cubierto su deuda, tu estrella y la mía han cruzado sus labios, los paralelos que fuimos convergen por fin en espaldas lunares. Ahora existimos, jamás podremos reclamarle al tiempo que nunca mutó la ilusión por caricias.
El tiempo ha cumplido su parte… ahora todo está en nosotros.
Fausto Vonbonek.