¡Y hemos ganado mis fieles paisanos! … y sin embargo no es cierto, o al menos no es nada que erija el apego vital entre seres humanos y pueblos. Sólo es verdad que el llamado a amparar nuestros lábaros patrios logró despertar un furor desmedido a jamás aceptar que otras tierras nos venzan. “20 minutos” fue el diario español promotor de este drama de ondeares y astas, donde por 48 días se emitieron más de siete millones y medio de votos repartidos en múltiples patrias que lejos quedaron de un México pleno de gente entusiasta que pronto tejió una gran red de patriotas que fueron descartando una a una banderas ajenas al águila azteca y en una escalada ejemplar ostentamos el premio obteniendo con ello el derecho a decir que tenemos la bandera más bonita del planeta. No cabe duda que somos ingenuos, y conste que adoro a mi patria, pero quiero expresar que es insano enfrentar los matices que envuelven conceptos, valores e historias que fraguan las coherencias de los pueblos. Yo pienso que hay ciertas esencias que deben jamás enfrentarse, ¿Cuántos trillones de muertos arroja hasta ahora un planeta dividido a través de su tiempo por encuestas religiosas que enfrentan sus libros, profetas y templos? La potestad de la guerra se escuda en conflictos que suplen el juicio por lábaros patrios que envuelven en tumbas. No quiero ser agrio y quizás ignorar que se trata únicamente de una encuesta inofensiva de Internet. Pero no puedo a su vez excluir que enfrentar las deidades del hombre provoca desastres y también dividendos cuantiosos cuando hay la pasión de por medio. La FIFA lo sabe y por ello factura fortunas pasmosas. La pasión de meter un balón en las redes contrarias despierta lo mismo en la calle que en Wembley la risa o el llanto. Hay una fina membrana que divide la catástrofe del gozo.
¿Quién no recuerda la escena en que Katy Jurado le grita con ira a su hijo al llegar de la calle maltrecho? ¡¿Quién te pego?! ¡Dime quién te pego! La trama concluye en venganza y por ello en desdicha. Así es la pasión que detona en la sangre ese toro de lidia al mirar que golpean algo nuestro. Por eso se siente tristeza al mirar que apalean a los verdes, y a nadie consuela saber que a lo lejos se desplaya antagonismo. Yo no voté por ninguna bandera, todas son bellas y todas contienen un mucho o un poco de gloria y de sangre. Para mí no cabe duda: la bandera más bonita del mundo es aquella que abate las armas. Sea un trapo roto o una sábana vieja blandiendo su blanco al final de una escoba.
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