sábado, 25 de octubre de 2008

Fortaleza


Estaré bajo el puente esgrimiendo verdades,
tal vez no regrese, mi amor,
tú conoces mis ríos, tú conoces mi frente
dispuesta a luz de los rayos de hombre.
Reconoces mis manos y cada posada en
sus huellas nocturnas. Tú y yo anidamos
en una y pasamos la noche a otra noche
en tus manos.
Estas manos jamás fueron mías, son como
pájaros rojos que emigran los pasos. Ellas
escriben y todo este amor se contiene en un
verso que inunda de ti los silencios que sufro.
Oh, suave murmullo, es tanto el oleaje en la
sangre que el sueño resquiebra en mortal
rompeolas.
Todas las noches contienen tus ojos y
ahí permanezco en tu surco secreto.
No temas si el miedo llovizna en tus hombros,
no escuches la risa estridente del muro.
Temen los cuervos y mienten las sombras,
nada descifra ni rompe el abrazo de aquellos
que aún somos.
Otros jilgueros emigran distantes, ellos
remolcan las nubes, ellos remolcan mis versos.
Yo llegaré sin palabras, sin sangre, sin fuerza.
Pero al tocar tu perfume mis labios dirán las
palabras mareantes, vendrá un corazón con
la roja substancia y un giro del mundo en
tus labios de vino darán a mis brazos
la fuerza del viento.

sábado, 18 de octubre de 2008

Poesía

         SUCEDE que la poesía es incontrolable, es un espíritu libre y perenne que elige a unos cuantos y encanta a millones. Para muchos es algo inasible, un puñado de palabras que gusta o no gusta; para otros es el roce sublime de un universo que intenta expresar el silencio de aquello que calla la boca del mundo; un asomo a sí mismos a través de palabras ajenas que intentan entrar en sus almas por medio de versos que encienden un faro perpetuo en su sangre o una vela en sus ojos que a veces perdura tan solo un segundo; pero también se da el caso de seres que pueden sentirla como un ente vivo. Seres que hacen de ella un delirio que toca la carne, que habla, que ríe, que siente, que describe todo aquello que el tiempo produce al hacer el amor con la dama del orbe. Y lo hacen porque puede ser posible, porque toda la existencia se confluye finalmente en pensamiento, y el pensamiento es un boomerang vivo que arroja una mano llamada: palabras. Y así como un niño que ve una pelota en el cénit de un sol, al crecer y pensar puede verlo como una fogata que enciende los días y entonces comprende el porqué fue deidad para muchos ya extintos. La poesía rebasa ese mundo de solo palabras, ella no espera tan solo a los versos del hombre, ella también utiliza las coplas del cielo, los alejandrinos de los mares, el soneto que provee el amanecer y que apaga la luz y discurre las sombras, todo en una indómita métrica que puede ofrecer desde un viento tranquilo hasta mil huracanes. La poesía rebasa por ello a los hombres, no se presta a sus caprichos ni a sus juegos, ella se cuida a sí misma y elige muy bien a los seres que toca. Ella no es instrumento de guerra. Ella no se detiene, no espera, no requiere de nadie. Escribir un poema es tomar una espada que nunca atraviesa otros cuerpos, su labor es distinta, su noble misión es cortar los amarres que atracan la mente del hombre y llevarla hacia el mar donde olea plenitud. Por esa razón un poema es un símbolo vivo, una alegoría que amamanta a todas. Una flor protegida por cardos mortales que puede inhalarse, leerse, sentirse, pero nunca cortarse. Quien lo intente se corta a sí mismo.
         Sucede que cada poema es un nuevo ladrillo, sin embargo es la lectura la que da elevación a las obras. ¿Qué construye un escribano de poemas? La respuesta la impone el estilo, y para encontrarlo se debe ante todo leer otros planos. Incrementar el acervo en la arteria que va a la región donde nace el poema. Eso es algo infalible: entre más poetas desfilen a los ojos del nuevo poeta más se definen los rumbos que adopte su mano. El pensamiento es la mano, la tinta constituye el éxtasis.
         Sucede que un poema que ha escrito un humano ha nacido del alma, por ello se debe leer desarmado. Hay actitudes humanas que son naderías, como lo es la inanición y la pereza. Hay hechos humanos que son tonterías, como las guerras actuales o la existencia de minas que mutilan niños. Hay pensamientos que son bagatelas, como el discurso del necio o la voz del tartufo. Hay circunstancias de verdad intolerables, como el cambio climático o el secuestro de individuos. Esos son hechos que se pueden odiar, abolir, criticar. La malevolencia no toca el poema, él permanece imbatible. Aquello que puede parecer abominable puede ser algo sublime, la paradoja es el eje del mundo.
         Sucede que es ingenuo agredir un poema, aquello que puede agraviar a los ojos de uno puede ser la palabra que salve la vida del otro.
         La literatura es lo más importante, ella es el oxígeno de las palabras, mismas que son pensamiento y producto de amor.

                                      F. Vonbonek.

viernes, 17 de octubre de 2008

Ella

Allí he aparecido entre casas azules que arrojan el tiempo y reciben los años
Ella también aparece y quizás sea verdad que jamás se ha marchado
Ella es la mujer que traspasa el silencio, la sangre, las hoscas paredes
Ella es la ventana que irrumpe en los ojos y asoma los suyos
Ella es paralela al carmín del poema que nunca se escribe
Toma mi mano un instante y en ese contacto las manos se elevan en
Una paloma que enciende las auras
Quiero mirarla y el humo del sol la percibe invisible
Todas las flores son risas sembradas con tallos de acero
Logro correr y su rostro aparece en las nuevas ventanas
Cada puerta concibe un oleaje que exilia memorias
Este es un mar de horizonte perdido
Aquí reina el árbol cautivo, las pálidas aves, las voces de látex
Ella se acerca danzando sin sombra
Toma mi mano y me da paralela su frente desnuda
Ahora las casas son todas hermosas
Ahora los pájaros cantan las odas que ofrecen sus ojos y nada parece imperfecto

Diálogo en el Hades



“No me hables con dulzura de la muerte,
glorioso Odiseo, preferiría servir como mercenario
a otro que ser el señor de los muertos que han
perecido”

Alma de Aquiles a Odiseo. Homero, La Odisea.



Aquiles: ¿Ahora qué guerra me pides que libre? ¿Cuántas troyas ambicionas?
Odiseo: No, gran Aquiles, sólo ambiciono volver. Ver de nuevo el sol de Itaca.
Aquiles: ¿Cuántos años han pasado?
Odiseo: Muchos, muchos, ya he dejado de contarlos.
Aquiles: ¿Y los muertos? ¿Cuenta tu espada los muertos? ¿Cuenta tu lanza los cuerpos que cruza?
Odiseo: ¿Y acaso debiera contarlos? Deja que el barquero cuente sus monedas. Yo sólo cuento los hombres que pierdo y los días que me faltan
Aquiles: También contabas conmigo, mi intrépido Ulises.
Odiseo: Jamás lo he negado, quién cuente contigo contará con la victoria, pero ya no soy Ulises, ahora soy Odiseo; el hombre olvidado que no ha vuelto a casa.
Aquiles: Victoria... victoria, solía pronunciar esa suave palabra sin sentir toda esa sangre que derrama el alcanzarla. Dices que eres Odiseo, al menos dos nombres tendrás en la historia. Sólo los nombres conservan su sangre, lo
demás lo seca el tiempo.
Odiseo: Los nombres se pierden en guerras de nombres, sólo el temple es inmortal, tú lo eres, bravo Aquiles, tus victorias te han llevado a ser eterno.
Aquiles: ¿Eterno? ¿Inmortal? ¡¿Consuela a mi madre lo eterno de un nombre?! ¿Puede el eco perpetuo encarnar en mi alma? No, gran Ulises, inmortales son los dioses.
Odiseo: Hasta el fin de este mundo serás recordado, pero debo admitir que conservas razón; los dioses no mueren, sólo sus juguetes preferidos...
nosotros.
Aquiles: Morimos por pleitos ajenos, por rapto de putas, por reyes sedientos del oro foráneo, por antojo de los dioses.
Odiseo: Morimos para darle vida a ellos, porque las almas son sangre, porque cada gota simboliza un hombre.
Aquiles: Morimos porque somos semidioses. Porque los dioses nos atan al tiempo y saquean nuestro vino.
Odiseo: Nuestro vino es distinto.
Aquiles: ¡Por supuesto es distinto! No hay otro vino mejor que el del hombre, el Olimpo carece de tierra, sus parras son yermos de gredas vacías.
Odiseo: ¿Para qué iban a embriagarse?
Aquiles: Para soportar ser dioses.
Odiseo: ¿Qué hay de malo con ser dioses?
Aquiles: ¿Qué hay de bueno de ser hombres?
Odiseo: Tú y yo lo sabemos, los placeres de los dioses son placeres de los dioses. Nuestros placeres son otros, los goces divinos son goces ajenos, las
delicias no se mezclan.
Aquiles: Ellos bajan y copulan con mujeres, entran y salen a placer de nuestros sueños, truecan destinos, compran placeres, descomponen la semilla, se disfrazan de nosotros.
Odiseo: Hombres nacimos, Aquiles, pero y si fuésemos dioses, ¿qué sucesos regirían nuestros deseos? ¿Cómo sería el firmamento? ¿Con qué templanza trataríamos a los hombres?
Aquiles: Eso no indulta sus yerros, somos hombres y tenemos armaduras, pero también las palabras y el tributo de expresarlas. Lástima que yo esté muerto y mi eco sucumba, pero sé que tú estás vivo, ¿A qué has venido a este reino de sombras? ¿Qué has visto hasta ahora?
Odiseo: He visto a mi madre. Murió esperando frente al mar de Itaca. La espera es un dardo letal, no hubo compasión del viento ni consuelo de las olas, Poseidón le dio muerte ignorando su ruego y la sal de su llanto.
Aquiles: Pero tú aún estás vivo, has librado una gran guerra, tu destreza ha iluminado lo imposible, te has ganado tu regreso. ¿Qué pecado has perpetrado? ¿Cuán grande ha sido tu ofensa?
Odiseo: Ebrio debí gritar algo... los dioses son muy susceptibles, no vislumbran ni atesoran los festejos de los hombres.
Aquiles: ¡Vaya si son susceptibles! ...y celosos, y egoístas, y sañudos, y...
Odiseo: ¡Hay dioses limpios, Aquiles! Como mi fiel Atenea, mi leal protectora.
Aquiles: En la guerra no hay limpieza, la espada termina afrentada de sangre, las manos viciadas con otras estirpes, los pechos y pies nauseabundos, los ojos carmines de tanta batalla, las entrañas hechas náuseas, la saliva derritiendo hasta las rocas. ¡Vaya limpieza de dioses!
Odiseo: ¡Hay dioses que sí nos protegen!
Aquiles: ¡Hay dioses que sí nos acaban!
Odiseo: ¡Vivimos en tiempos de dioses!
Aquiles: Yo ya no vivo, yo ya tengo porque respetarlos, ahora mi guerra es con ellos.
Odiseo: La guerra ha terminado para ambos.
Aquiles: La guerra jamás se termina. Ahora tú guerra se llama: regreso. Mi guerra se llama: estar muerto.
Odiseo: ¿Es tan terrible realmente la muerte?
Aquiles: Lo es cuando mueres sintiéndote fuerte. ¿Sabes? A veces olvido que estoy en el Hades... no hace mucho que estoy muerto. A menudo tengo ganas de matar, sueño que mato a los muertos, que huyen de mí con horror, que se arruman en sus huesos implorándole a sus almas. Anhelo mi escudo, los espasmos de mi espada, la emboscada de mi lanza. ¡Tú no sabes lo difícil que es morirse!
Odiseo: Pero sé lo arduo de amparar la vida.
Aquiles: ¿Dónde están mis mirmidones? El clamor de sus gargantas. Hace calor aquí abajo. Se suda una especie de bálsamo rancio, nada parecido a la humedad de las heridas, la textura de la sangre. Aquel calor era fresco, aromado, como un río cautivo agitando sus veras. Era un torrente de histeria incapaz de borrarse.
Odiseo: Sé del calor que se guarda en las venas, yo no quisiera extrañarlo, sólo quisiera llegar a mi armario, darle refugio a mi espada y mis lanzas. Ahora yo tengo tu escudo, como buitres lo peleamos tras tu muerte, yo derroté al gran Ayax, ahora este cuero que a ti te amparaba protege mi vida.
Aquiles: Tú eres más hombre que yo, yo he comenzado a pensar como un dios, tú añoras tu Itaca, yo añoro el combate y los ojos del miedo corriendo ante mí.
Odiseo: Héctor corrió ante tu embate, él, domador de caballos, ¿qué esperabas de los hombres naturales? Todos temían de tu lanza.
Aquiles: Él dio cuenta de Patroclo, le rompí el cuerpo con odio; lo até ya invadido de saña y así lo arrastré con orgullo. Sólo Príamo me hizo ver mi estupidez, le entregué a su hijo vapuleado con barbarie. Y aún así besó mis manos.
Odiseo: Arrastraste muchos cuerpos, grande Aquiles, hombres fuertes, hombres con miedo y sin miedo, hombres que aun muerto te temen.
Aquiles: Los muertos ostentamos otros miedos, le tememos a otra muerte, a la inanición del alma, a la eternidad sin cuerpos.
Odiseo: ¿Dónde camina tu alma? ¿Qué suelo devastan tus pies tan ligeros?
Aquiles: Ando del Tártaro a Campos Elíseos, troto en el jardín de las Hespérides, siempre, siempre en busca de una guerra...
Odiseo: Tu obsesión bélica espanta.
Aquiles: ¿Mi obsesión?... ¿Puedes guardar un secreto dicho de un muerto a un mortal en visita?
Odiseo: ¡Sí!
Aquiles: Un simple sí no equivale a creerlo. Necesito tu palabra trabada a tu alma, un convenio que se anude con tu sangre.
Odiseo: Sé mentir y sé engañar, sé embaucar y adulterar, pero son armas de guerra, tan letales como el tajo de una daga o el asalto de una flecha. Suelo ser falso y timar al contrario, pero jamás al hermano, ni al consanguíneo ni al allegado. La traición ardió con Troya. Puedes confiar en el hombre, ni aun si a cambio este arcano me ofreciesen franquear una puerta directa a la Itaca yo rompería esta promesa, antes Penélope viuda.
Aquiles: Entonces escucha. No estoy sólo en esta empresa, no inútilmente recluto a los muertos ni en vano conspiro. Hartos estamos los héroes de dioses y diosas. Vamos a hacerles la guerra por donde menos lo esperan: vamos a matarlos desde el valle de las sombras. Nuestras armas están listas, nuestros
escudos bruñidos, la bravura inquebrantable, la destreza conservada. Les llegó su hora a los dioses, pronto apedrearemos su inmortalidad. Nunca un humano volverá a mirar a un dios. No dejaremos dios sobre dios, no habrá clemencia ni misericordia, ningún perdón a ningún ser divino. No habrá prisión para ellos, no habrá juicio ni milagros, no mazmorras ni torturas, sólo exterminio... matanza total... así muramos los que estamos muertos.
Odiseo: Ni aun los vivos seríamos capaces. Tus palabras son delirio. Basta un rayo del gran Zeus para quemarles su ardid; un azote del tridente haría una ola tan grande que extinguiría todo el Hades. Hay ambiciones tan vastas pero esto rebasa el absurdo. Una guerra irrealizable, una batalla insoluble. Sin embargo tu secreto está seguro.
Aquiles: Hay algo más, heroico Odiseo, tú lucharás con nosotros.
Odiseo: Falta que quiera... falta que muera.
Aquiles: Nuestra estrategia es ambigua, tú aún vivirás muchos años, puedes idear las maneras, tienes la astucia y la suerte, el tiempo sabrá aquí esperarte... No hay muerto que muera de espera. Tú encuentra tu muerte tranquilo.
Odiseo: ¿Qué es lo que quieres, Aquiles?
Aquiles: ¡Quiero un caballo de Troya! ¡Un hueco galopante para entrar en las moradas de esos seres imbatibles! Allá fue infalible, todos se
sentían cansados, abatidos por Cronos, por las enormes murallas, por los amigos extintos, por los hijos olvidados. Tú soñaste lo imposible: un caballo de madera. Todos reímos ¿recuerdas? ...pero todos al alba ayudamos a crearlo. Muere cuando tú decidas, pero no vengas vacío.
Odiseo: Vendré como todos, Aquiles, vendré a reposar con mis muertos.
Aquiles: ¡¿Reposar?! ¿Cómo poder reposar sin batallas? ¿Cómo malgastar un sueño eterno? Una oscuridad sin sentimientos, una calma perdurable sin cerberos ni tormentos.
Odiseo: Ni vivos ni muertos descansamos de los dioses.
Aquiles: ¡Ni vivos, ni muertos, ni dormidos, ni despiertos!
Odiseo: Mi destino se ha obstinado en no matarme.
Aquiles: Tú destino lo prodigan esos dioses. ¡Dioses del esparcimiento! Si aún no mueres es porque vivo les sirves de juego.
Odiseo: Si aún no he muerto es por mis rezos y los rezos que provienen de la Itaca.
Aquiles: No hay rezo que castre los auspicios del oráculo infalible. Los profetas son errores de los dioses, ni ellos desvinculan la verdad de sus augurios. ¿Por qué me incitaron a entrar a esta guerra? ¿No fue Calcas quién hizo el presagió que sin mí no ganarían? ¿Por qué entraste a Troya a robar el paladio sino por Heleno que predijo que era ineluctable el poseerlo para asegurar el triunfo? ¿A qué has venido, Odiseo? Tú no eres como el resto de los héroes, todos han bajado por pasión o por gloria: Heracles, Eneas, Orfeo, Teseo, Psique, héroes que han venido y se han marchado. ¿Tú qué buscas, Odiseo? ¿A qué profeta escudriñas?
Odiseo: ¡Tiresias!
Aquiles: No me atañen ni desairo tus motivos; ve mi talón destrozado, ve mi cuerpo inmaculado, ¿no es curiosa la ironía? Nada me parece irrealizable; aun muerto puedo decirte que muero por subir y acompañarte, por tocar el mar de nuevo, por verme rodeado de mis fieles mirmidones, por luchar entre esos hombres, no de sangre, de semen de toro y rugido de leones. Ni bebiendo del río Lete puedo olvidar esos días, bebo el odio en el Estigio y bebo lamentos del Cocito eterno.
Odiseo: Gran secreto me has confiado, tú gran hijo de Peleo, yo voy a decirte otro: si muero sin ver Itaca, beberé la pena que transita el Aqueronte, y al dilatarse mis penas voy a zambullir el alma en el gran Flegetonte.
Aquiles: ¡Volverás a Itaca y al consuelo de tu esposa! Miro en tus ojos tu monto de vida, las estrellas de tus años. Tiresias te dirá como llegar.
Odiseo: Nunca habrá olvido para estas palabras. Juro honrar tus armas aun a costa del capricho de los dioses.
Aquiles: Yo estaré en este lugar, desde aquí imploraré porque vivas, pero no a los dioses, a los héroes verdaderos que merecen los olimpos.
Odiseo: Me voy, pies ligeros, hay un vino y una copa que me espera.
Aquiles: ¿Qué más hay?
Odiseo: Una esposa que besar todas las noches.
Aquiles: ¿Qué más hay?
Odiseo: El diseño de un caballo que se infiltre entre los dioses con nosotros adentro y las armas dispuestas.

Fausto Vonbonek. (2008)

miércoles, 15 de octubre de 2008

Luna

Así es esta luna que hoy nace dispuesta a parir las estrellas
Toda esta luz es su fuente preñada que explota en nosotros
Bésame entonces para ser con los labios placenta de estrellas
Deja que encuentre en tu párpado oscuro praderas de soles
Deja que llegue al eclipse que encierra tu cuello
¡Qué bella luz nos regala esta noche la vida!
Beso tu boca y tus ojos se cierran y
Toda esta luz vierte entonces sus sueños aquí en tus pestañas
Toda esta luna contiene a las otras
Todas las lunas contienen tus ojos
Puedo mirar en los tuyos la luna de ahora
No es diferente a ese sol que contiene tu boca
¡Pero qué bella luz me regalan tus labios!
Sé que esta luna se irá para siempre
Pero siempre estará en el espacio en tus ojos
Y así seguirá nuevamente brillando y en ella
Estos labios

lunes, 13 de octubre de 2008

Caminantes

Caminar paralelo al sudor y al deseo
Caminar anudando en las palmas los rieles
Caminar sujetando el orgasmo del vino
Caminar en el filo de un rayo soleado
Caminar en la luna encendida en los ojos
Caminar mutuamente al rozar de las sombras
Caminar en el puente que da la mirada
Caminar en el beso que otorga un contacto
Caminar en la lluvia de boca en tormenta
Caminar en el braile a la espalda del tango
Caminar con los pasos revueltos en risas
Caminar en palabras que sean sólo nuestras
Caminar en estrellas que llegan de día
Caminar en silencios que brinde la pausa
Caminar en los pechos
Caminar en la sangre
Caminar en el alba
Caminar y llegar y encontrarnos de frente
Caminar ya desnudos usando tan solo caricias
Jamás caminadas

martes, 7 de octubre de 2008

Crucifijo

Tú me insistes diariamente
en ese Cristo al que le hablas,
y lo plantas a mi espalda
porque piensas que me observa;
yo lo he visto parpadeando
y sé que miento, no lo he visto,
y tampoco ciertas noches
me despiertan sus latidos,
no es verdad que yo lo escucho,
son segundos los que laten,
pero insistes, y él no cede,
sólo yo soy el extraño,
soy mi propio edén vacío,
soy mi biblia que he extraviado.
Y qué extraño,
lo compartes aún sabiendo que no quiero,
porque me lo arrojas vivo,
aún herido y aún sangrante,
y aunque quiera yo ignorarlo,
me castigas, me perdonas.
Miro tu boca y no habla,
miro tus ojos cerrados,
y te escucho aún si me besas,
y te niego aún si te abrazo,
no perdones si no quieres,
no compartas, no me libres,
déjame ser lo que he sido,
mi misterio, mis palabras,
deja que muera si muero,
deja que exista si aún vivo,
sólo quiero un poco de aire,
sólo quiero algunos años.
Si camino quiero pasos,
si descanso quiero un suelo,
déjame entonces ser hombre,
ser el error de mí mismo,
y quererte aun con mi infierno,
con mi cielo indefinido.
Ya después vendrán los pagos,
los adeudos de ser hombre.

jueves, 2 de octubre de 2008

Mariposas

Las mariposas no mueren en vano,
suelen nacer para ser con sus
alas el más puro instante de un
águila eterna.
Aquella que arranca un capullo
del suelo y lo eleva en sus
garras a ver más allá de la
oruga del hombre.