sábado, 28 de junio de 2008

Poema



ANTES DE APAGAR LA LUZ

Los niños despiden el día,
y al verlos ya inermes,
desnudos del sol de sus voces,
envueltos en mantas,
caemos de nuevo en la cuenta que fuimos
severos y adultos con ellos.
Entonces, con plena nostalgia,
besamos su piel y cabello en descanso,
sentimos lo terso en sus dóciles sueños,
una ola interior se remueve en nosotros,
una gaviota de paz atraviesa el respiro
que mueve sus cuerpos.
Y antes de apagar la luz,
en plena conciencia del caos planetario,
sólo imploramos la suave ilusión
del perdón de sus almas.
Fausto Vonbonek (Junio de 2008).

jueves, 26 de junio de 2008

POEMA


NEW'S DIVINE

Uno no viene a una fiesta a morirse,
viene a ser joven,
totalmente joven.
Es sólo un espacio el que ocupa mi cuerpo,
un sueño con brazos, con tronco, con piernas,
con una cabeza repletas de estrellas.
Es sólo suspiro el vaivén de mis ojos,
praderas de anhelos ya nunca en cosechas.
Hace unos minutos reinaba mi risa,
mi grito lozano era el eco de paz
propagando mi idioma de guerra.
Todo en rededor vibraba, mi sangre, mi pecho,
mi potro escarlata corriendo en mis años.
¡Qué inmensa es la asfixia!
¡Qué inmensa es la nada que extingue las voces!
Las alas del alma no traen mi sonrisa, ya estoy apagado,
soy huesos, soy muerte, soy juventud arrancada de tajo.
Me observo a lo lejos, no sé si hay un túnel,
no sé andar sin cuerpo, no entiendo, no río, no vibro,
no siento mi boca, no escucho mis propios deseos.
¡Qué horrible la asfixia!
¡Qué doloroso amputarse del tiempo!
Ahora soy joven ya inerme,
totalmente inerme.
No vine a morirme, lo juro, vine a ser joven,
vine a ser esa locura que suele invadirme,
vine a ser joven por siempre aunque dure un momento.
Hace un instante era eterno,
ahora el instante es un soplo en mi vela.
¡Ay, juventud me has dolido!

Cuánto recuerdo propaga mi asfixia,
cuánta vejez ahora adeuda el recuerdo.

Fausto Vonbonek (Junio 26 de 2008)



Fotos: La Jornada.

domingo, 22 de junio de 2008

El grito de Munch.

Hace sólo un par de días publiqué en este blog un poema que encontré en mi archivo, lo intitulé “Belicismo”. Tomé la decisión de anexarle una fotografía para así acrecentar el contexto, pues es un poema muy breve y sencillo para una cuestión tan extrema que envuelve el concepto de guerra. Juro que fue ese el motivo, pero más allá de cualquier juramento se encuentra esa estampa terrible que cierne a esos niños. No puedo olvidar la expresión de sus rostros. Una y mil veces está en mi memoria como un canto triste, siento que es algo imposible en el tiempo presente, pero sé que es ahora y no puedo evitar que me duela por muchos motivos. Debo confesar que al mirar por primera ocasión esa imagen sentí otro grabado arribando a mi mente. Fue una analogía instantánea, un reclamo a expresar lo que el tiempo repite y el hombre duplica. Sí, era el Grito de Munch. Recordé esa expresión en el óleo famoso del pintor noruego Edvard Much (1863-1944).
La pintura arroja una angustia incapaz de vencerse invadiendo enteramente la humanidad del artista. Tanto ha impactado el matiz semihumano que incluso un excéntrico crítico se aventuró a proponer que las mujeres encinta debían mantener su distancia del cuadro. E irónicamente los nazis consideraron brutal la creación del pintor retirando su obra de toda Alemania.
Hoy todo mundo conoce este cuadro, pero quizás pocos sepan las palabras que escribió el artista en su diario con fecha de enero de 1892:

"Iba caminando con dos amigos siguiendo el camino, el sol se ocultaba a lo lejos. El cielo se volvió rojo de pronto, yo me afiancé a la baranda sintiéndome exhausto. Observé bajo el fiordo la sangre y las lenguas de fuego, un azul renegrido invadía la ciudad. Mis amigos siguieron sus pasos, yo permanecí en el sitio temblando de miedo. Sintiendo cruzar por la naturaleza ese grito infinito"

Por eso no olvido la fotografía, por las palabras de Munch, y por la estampa del grito en los niños.

KAMCHATKA

sábado, 21 de junio de 2008

POEMA


BIENAL DE LAS HADAS


Me gusta el aroma del sol que se pierde,
escuchar las marejadas de las sombras,
todo parece aceptar la pendiente,
aun las ventanas, aun el aire
que se asoma a sus reflejos.

Cada mirada es de pronto otro cuadro,
otro Rembrandt que pincela en el ojo,
tal vez otro Greco, otro Van Gogh
delirando en las córneas.

El lienzo es nocturno en el ojo cerrado,
¿qué es parpadear sino entrar en el arte?
el tiempo es estambre que avanza en matices,
a veces desnudo, a veces vistiendo
la piel de las flores.

Tejer es abrir y cerrar la mirada,
el gancho del alma, el marco que
exhibe el reflejo que observa.

Afuera está el mar que es oleaje por dentro,
se logra observar hasta el hálito turbio,
después todo es bruma, bienal de las hadas.

Se mira hacia afuera el vacío de los labios,
la vista se vuelve indomable,
se pintan paredes, pero entonces
la mirada es vagabunda.

Toda ventana es vaivén de suspiros,
¿qué estoy viendo de repente?
autos que atropellan el silencio,
puentes que cruzan sus piernas,
cubiertos de luz en el plato del vidrio.

Aun el sonido es un tono de nieblas,
un pájaro en vuelo,
una cúpula de espacios y de formas.


Ya no recuerdo el sendero del rostro,
pero sigo en movimiento,
sigo el trecho del flautista,
el único efluvio de embrujo en el aire.

Las horas proveen sus palabras,
la tinta es suspiro y murmuros,
el símbolo emerge en sus propias memorias,
la voz determina el color del olvido,
Picasso bosqueja el follaje del pecho,
y así los pinceles matizan
las venas del tiempo.

viernes, 20 de junio de 2008

BELICISMO


Hoy no hay más guerra
Hoy no hay arma detonada
En todo el orbe
Sí es un sueño
Desde luego esto es un sueño
Ahora dime tú qué sueñas
Qué despertar se merece mi sueño
Qué despertar se merece tu sueño

Y ustedes por quién han votado?


No me avergüenza decir que voté por Vicente, yo como tú y como humilde sensato deseaba ese cambio anhelado; sólo los ciegos mentales y la plétora eterna de vampiros “chupapatrias” eran capaces de otorgarle su voto al deplorable y malhadado Labastida que sin recato ni pena vertió en su campaña millones de pesos producto de esa lámpara maravillosa y a la vez maldita que se llama Pemex.
Reitero, no me abochorna aceptar que voté por el cambio, antes lo había hecho con Cárdenas, pero al final se dobló deshonrando su triunfo. No me afrenta admitir que pensé que ese hombre de botas y voz sin complejos sería alguien distinto; yo como tantos crucé mi boleta eligiendo a ese idiota. Hoy Calderón no es distinto. Y quizás Obrador sea un político oscuro propenso al desorden; un despechado, un testarudo insurrecto; pero está creando algo que ya era imperioso: un escollo humano, un inconveniente, un obstáculo importante para esos nefastos ladrones que han saqueado sin juicio a este México hermoso que no hace bastante tenía gobernantes capaces, hombres cabales, hombres virtuosos, honestos, verdaderos estrategas que ofrecían su vida en el nombre del pueblo.
Al lado de Juárez son todos microbios. Lejos, muy lejos quedaron aquellos herreros de patria y progreso; titanes genuinos no inmunes al miedo ni a la contingencia de los paredones, que aun sin embargo supieron brindarle a la historia el perpetuo decoro de sus propias vidas. Está prohibido olvidar a los muchos millones que han dado su sangre por está nación que ostentamos ahora. No olvidemos el discurso de Colosio. Yo lo digo abiertamente: yo hubiese votado por él. Porque poco importa el color de un partido en la cruenta boleta, lo que importa es sanearse de buitres y ver gobernar Mexicanos con eme mayúscula.

jueves, 19 de junio de 2008

Dish Network latino = Veneno.


Por Fausto Vonbonek.


En 1884, Paul Nipkow, un estudiante alemán, diseña y patenta un primer mecanismo capaz de mandar a distancia una imagen precisa; había inventado la televisión. Todo era a través de la electricidad y variados sistemas mecánicos, pero gracias al ingenio de más gente y al marcado progreso científico en 1928 fue posible transmitir la primera señal transatlántica entre Londres y Nueva York mediante ondas de radio. Han pasado 124 años desde el invento de Nipkow, se ha adicionado el color y el sonido, hoy es posible marchar por inmensos pasillos de tiendas y ver las pantallas sintiendo que no hay tal pantalla. Es todo tan nítido y pulcro que puede admirarse el recuadro con la impropia incertidumbre de que estamos ante un panorama ficticio. Hay una fina membrana que evita sentirnos testigos genuinos del hecho visual que nos roba el sentido, y es tan ferviente el sonido que no es ya fortuito el creer que el balón o las balas se escapan y rompen cristales o pasan rozando el sofá en que nosotros estamos. Hay televisiones planas, de plasma o cristal de fluidos. Hay pantallas que parecen invitarnos a dar ese salto al color movedizo. Hay tecnología que supera el ojo y diseña a su vez panoramas variables. Una buena economía nos permite obtener de inmediato el pasmoso aparato, una economía mediana nos instiga a anexarnos a un crédito, sea como sea la manera de adquirirla sucede que tarde o temprano tendremos la bella pantalla adornando la casa. Y yo ahora pregunto: ¿Qué vamos a ver? ¿Qué programas pasarán al oprimir el botón de encendido? ¿Qué nos ofrece actualmente el listado de canales infinitos que prometen esos tantos proveedores de cable o de antena? ¿A qué programación se confina al hispano que no entiende inglés o que anhela un asomo a la tierra que deja? ¿Es natural desprenderse de toda cultura visual y aceptar simplemente programas vacíos con la más insubstancial publicidad? Basta un recorrido a cualquier hora por los canales hispanos para entender el porqué del rezago intelectual de nuestra gente fomentado por empresas millonarias que acomodan programas ociosos donde engrosan sin prejuicio la ignorancia pero a su vez sus ganancias. El televidente es tan sólo un objeto, un ente apagado, un individuo sin voz que confunde un noticiero de prestigio con programas banales donde reina el comentario amarillista y esas notas que hace tiempo eran sólo exhibidas en revistas que a su vez se leían con prudencia y jamás se comentaban ante niños. Hoy sobresale el programa sin clase, las comedias más fútiles, hoy despunta el revoltijo más ligero y convierten en pan nuestro las insidias de actores y artistas que han encontrado en el chisme una excusa perfecta que compensa su carencia de talento. Claro que hay la opción de contratar programación más aceptable, pero además de su costo conlleva un lenguaje y costumbres que aún no comprendemos ni adoptamos fácilmente. Si bien la pantalla podrá ser excelsa, la nutrición que conforma la torna mugrienta. Realmente es escaso el contenido que concede algo valioso, muy poco nos llega de un mundo profundo que encuentra un escudo infranqueable en la opción de canales. Claro que hay la opción del Internet o el salir a rentar un buen filme, pero entonces qué provecho conquistamos del pago mensual que recibe la empresa. Yo he optado por ver la pantalla que ofrece un buen libro, y aunque no es de cristal líquido, ni cuenta con High Definition, es la pantalla más franca que ofrece mi propia conciencia. Aunque debo decir que el pasillo que la exhibe dista bastante de ser el pasillo gigante que ostenta el invento de Nipkow.
Casandra y los ecos que aún somos
Por Fausto Vonbonek


Narra la mitología griega que a cambio de un encuentro carnal, Apolo, dios de la luz y del sol, y a su vez de omnipotentes patrimonios sobrehumanos, ofreció a la hija de Príamo, Casandra, el poder de la adivinación. Ella aceptó el trueque erótico, pero antes pidió poseer la videncia. Seguramente que Apolo, ya sumido en el ardor del bajo vientre aceptó conferirle el regalo; y una vez que Casandra sintió el presagiar por sus venas sin más se negó a dar su cuerpo. Hombres y mujeres, dioses y traiciones, calentura y desconfianza. Pares palpables de historia y palabras.
Oscar Wilde tuvo el arrojo de escribir que cuando Dios creaba al hombre sobreestimó un poco su habilidad. Y ésta es una frase totalmente hiriente porque agrede tanto al dios que esculpe como al hombre que intenta escapar de sus manos. Sin embargo es una frase cierta. Todo espejo sobreestima su reflejo, y basta observarse a menudo para ver la verdad traslucida en sí misma. Apolo no sobreestimó en venganza, iracundo se lanza a besarla y al robarle sus labios le roba a su vez la confianza. Su intención no es despojarla del obsequio del augurio, su propósito es maligno, insano, pleno de toxicidad. No se limita a tomar lo que ha dado, sino en dar un mal eterno. ¡Vas a seguir conservando la gracia! ¡Pero nadie jamás va a creerte! …y así comenzó su tragedia y la nuestra.
Advierte Casandra, ¡No permitas que Paris visite Grecia, ese será la apertura del odio! Príamo ignora su consejo, Paris roba a Helena y es insidia consabida.
¡Ese caballo está colmado de guerreros, hay que quemarlo cuanto antes! Nadie advierte la verdad en sus palabras y el fuego arremete con Troya.
¡Huelo sangre, huelo sangre! Gritaba en su histeria Casandra. Pero nada la salvó de sumergirse en el potaje bermejo que pulsaba entres sus senos.
¿Cuál es el pecado de Casandra si su mismo nombre significa su advertencia? “La que enreda a los hombres” No hay entonces excusa para un sumo dios que ignoró los bosquejos desnudos de un ser hermoso que eligió retractar su palabra.
Casandra no miente, no inventa presagios, no desvanece al sentirse ignorada; ella insiste, ruega, reclama, delira. ¿Qué es Casandra en el presente? ¿Una omisión de un acuerdo? ¿Un mito antiguo? ¿Una memoria ya en polvo? … Casandra es la perenne indiferencia disfrazada de nosotros.
Indiferencia a los rostros, a las calles, a los ruidos, al fantasma del murmullo. Indiferencia a los muros, al asfalto, a los nidos, al cimiento, a las flores de las tumbas. Indiferencia a las letras, al emblema en las miradas, a la jerga de las aves, al garabato del viento. Indiferencia a las albas que aún bajan al pueblo, al horizonte que aún viene, al donaire de las luces, al garfio del beso. Indiferencia al sonido de un piano, al interés de un maestro, al desvelo de una madre. Indiferencia a las leyes, al respeto por los niños, por las selvas, por su esencia, por los mares, por su ensueño. Indiferencia ante el crimen, al tsunami de las drogas, al tatuaje indescifrable en las paredes.
Indiferencia hacia el odio, al desgano habitual, al fervor por la mentira. Indiferencia a un cerca que se jacta en mantenernos divididos y a un petróleo que a jurado terminarse. Indiferencia ante esos niños que ven a una corte suprema humillar su bienhechora y honrar los demonios. Indiferencia a esas mujeres que amanecen bajo tierra. Digámoslo así: indiferencia ante la indiferencia.
He iniciado mi texto abrigado en Casandra, pero no es casualidad que esto suceda, ser aspirante a poeta me saquea la indiferencia. Voy a explicarme; sólo ver una retórica portada proyecta mis manos a un libro, tal fue el caso de un retrato que estampa tres mujeres afganas caminando una tras otra con sus velos morados y sus rostros ocultos. Todo su cuerpo cubierto con telas sitiando su Islam y su piel, un muro gris carcomido descansando sobre un suelo gris bajo un cielo que adivino como gris. El título mismo es imán a mis ojos, “El viento se llevará nuestras palabras” No hay indiferencia que me expulse, mucho menos al saber que la autora es Doris Lessing, Premio Nobel de Literatura 2007, y en sus páginas describe los engendros repugnantes de la ocupación soviética en Afganistán. Tengo tantos libros por leer que es sensato alejarme y dejar temas foráneos para luego, pero qué es lo foráneo cuando sólo es un mundo y es una la sangre. Doris Lessing describe el efecto Casandra en un libro pequeño pero enorme de pobreza, de injusticia, de mutilaciones… y de indiferencia. Cito textual: “En estos días Casandra no es un ser inspirado por los dioses, ni una vieja llorona abandonada en una esquina, ni un soldado veterano que lo perdió todo en alguna guerra. Casandra es un grito de alerta que viene de todas partes, en particular de los científicos, cuya función es saber qué puede suceder, de la gente de todas partes que se preocupa por los asuntos públicos, de cualquier ser pensante. Podría decirse que todo mundo se ha convertido en Casandra, pues no queda nadie que no vea el desastre que ya se avecina. Todos los desastres son evitables, es decir, evitables si en verdad controlásemos nuestro destino, como creemos que hacemos, o como se supone que pensamos que hacemos, a juzgar por lo que decimos. Pero somos una raza imprudente e irresponsable. No deberíamos fabricar armas nucleares, no deberíamos ir a ninguna guerra, no deberíamos envenenar los océanos, deforestar montañas, ni liberar más radiactividad”
Yo sí puedo creer en Casandra, he encontrado la herramienta para hacerlo, he encontrado en los versos el contraveneno de la indiferencia. Casandra es un efecto cotidiano, pero también la poesía; no es Casandra ajena a nadie, pero tampoco lo son las palabras; Casandra quizás sea infinita, la poseía sin duda lo es. Ella es el estribo que permite sostenerme y preservar mi certeza de que el viento no se lleve las palabras que aún nos salvan.
Yo nazco diario en mis versos, el gran Gabo dice que los seres humanos no nacen para siempre el día en que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga a parirse a sí mismos una y otra vez. Por eso he elegido aspirar a poeta, porque sólo el universo de los versos es capaz de llenar mi vacío y de hacerme nacer. Y un verso puede ser una lectura, puede ser una canción, una guitarra, puede ser una caricia, un par de billetes, un refugio, un trago de vino. Un verso es respuesta, un verso es paseo, un verso es la influencia que arranca un suspiro y lo trae a nosotros, un verso es la pasión que lo dota de fuerza y que apunta sus espinas a la indiferencia. Hay un muro que deslinda lo que es nuestro, pero nuestro es todo el mundo, y nuestra es la vida que gira en un aire que gira en sí mismo. La vida nos ha sido dada ― dice Ortega y Gasset― pero a su vez nos señala que no se nos ha dado hecha. Yo encuentro en los versos la forma de hacerla, pero también soy un hombre que encuentro mi vida enfrentando a la misma Casandra que ahora nos observa en la penumbra de un mundo sombrío incrustado en la madera de una caballo destinado a arder de nuevo.

miércoles, 18 de junio de 2008


Poema

CÁNTICO HELENO




Voy a morir por cuestión de costumbres,
así se comportan los karmas humanos,
pueriles, mujeriegos, sanguinarios.
El mar es ejemplo de cielo estrellado,
no acepto la calma sin cuerpos inertes,
Penélope duerme, el aire que exhala
es el aire que ocupo.
Detesto a esa suma de dioses,
son todos tan hombres,
tan muertos, tan predecibles.
Voy a extrañar despertarte de nuevo,
llevo en la espada el destino que espero,
el epitafio está escrito,
dejo la suerte enterrada en sepulcros.
Ahora el escudo es mi sombra y un verso,
si lloro lo haré bajo tierra y allá entre
los héroes, si beso sirenas será por sus arpas,
jamás por sus labios. Hay flechas de duelo
que llevo ya inmersas, no soy infecundo,
la tierra y tu llanto conocen mi semen,
ya voy malherido, si ves mi poema
no miras mis ojos, no miras mi vientre,
no miras la Ítaca.