miércoles, 28 de enero de 2009

Oh, Apocalipsis

Ven, acerca tu oído,
voy a revelarte el nombre de aquella
mujer que curtió en sal su sangre.
Se llamaba…


Yo iba contigo, mujer.
Era mi mano sujeta a tu mano.
Lot ya iba ciego.
Tú y yo copulamos en
sólo un deseo.
¿Por qué no voltear?
¿Por qué no?
¿Por qué no?
¿Por qué no volver la mirada un segundo?
¿Por qué castigar a la sal con la carne?
¿Por qué asesinar al testigo ocular del verdugo sin rostro?
Yo iba contigo, mujer.
Ahora bebo del pozo y el agua contiene dos alas de sal de
tu cuerpo sediento.
Yo iba contigo, mujer,
Lot caminaba en un círculo manco.
Todas las manos de todos los tiempos tomaban tu mano.
Aún no voltees,
no vuelvas tus ojos sin darme tu nombre.
Ven, acerca tus labios,
funde a mi lado tu estatua en el viento,
dile a esta escasa memoria tu epígrafe insano.
Yo iba contigo, mujer,
yo vislumbré levemente el infecto reflejo de
aquellas espadas.
Luego giraste tu cuello y tu mano arrastró tu secreto hacia el
arca dorsal donde moran mis huesos.
Yo iba contigo, oh mujer,
yo iba contigo y conozco tu nombre.
Ahora lo grito y el eco marino disuelve el sonido en
arrullos salados.
Soy el vocero del Sísifo eterno,
soy el cerbero en tus lúdicas rosas,
soy ese grano de sal revelando tu nombre en el último abismo de
un mar sin sirenas.
Yo sé tu nombre, mujer,
yo sí me atrevo a volver la caricia al pasado y decir que
te llamas... así...
Porque tú me enseñaste el elástico ardor que despeña el
acero en la basta espiral de la infiel caracola,
y porque vivo al final de inhiesta esperanza que
aún sala de amor cada letra en tu nombre.

1 comentario:

  1. Esta muy bueno...interesante alegoria de Lot y el desierto salino...donde sera?
    Suena mucho como el valle...

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