Alzamos la vista buscando
galaxias que existen aquí,
bajo el único párpado pleno
de espacios.
Miramos el polen del tiempo
en la estrella fugaz que penetra
el jardín de penumbras y flores.
Pastamos los sueños allá, en el
trigal de las hambres que el sueño
no colma y el ojo no abriga en sus
gélidas cruces.
No podemos negar que ha medida
que el riel de la edad nos regresa
hacia el polvo, así el souvenir de
otras vistas cabalga en la espalda
de un vano cometa que cree ser
el mismo que dio baptisterio a
un pasado que aprende a ser
calpa en la hojaldra del tiempo.
Somos humanos buscando
infinitos en átomos tristes.
Somos humanos vertiendo en
la hoguera el deseo de un
latido en las cosas profanas.
No existe estrella incapaz de
marcharse a pesar del soleado,
sin embargo la luz de ese sol
pesimista que emerge en los
pechos la envuelve de sombra.
A veces no importan los
números vastos, importa esa
estrella que sea el Prometeo que
robe de un dios el regazo
imperfecto.
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