La computadora se convierte en cosmos,
huesos y sangre en un viaje estelar de pantallas y mundos.
Ahí está la prueba, máquina inerme en neuronas ajenas.
Todo es bitácora en pausa, todo a excepción de la mente que
viaja en cohete al origen del todo.
Nada se escapa del polvo, nada,
ni el improbable futuro, ni los quijotes en plena vereda.
Polvo de vida, polvo infinito en efímeros cuerpos,
polvo de sueños, polvo que vuelve al lugar de su crimen.
Ahí está el embrión del latido acezante,
cabalgando como estrella, como tigre cautivo.
Sed, sed de saber y ostentar todo junto,
sed de asomarse a infinitos en celo,
sed de sentir la tibieza del mundo.
Esa es la esfera virtual que ha ostentado la espera,
no era la roca de arcanos, filosofal piedra inútil,
era la gema de estar en contacto,
ver el futuro auscultando el presente,
ser ave fénix de pronto y de pronto cenizas.
Ver todo en sí el corazón destazado,
ver la estampida de arterias y voces,
ese es el mundo de teclas y esencias,
letras y arrobas, fuentes y efectos.
No más carteros ni cartas profundas,
sólo el instante, sólo el perfume del nuevo segundo.
Es inaudito esperar el cometa, tarda mil vidas,
es preferible encontrar su guarida.
Ir a la Andrómeda en tren sin sus bielas,
salto al cometa y de vuelta a la estrella.
Big Bang domado, ruin ciclotrón de partículas lentas,
no más milenios, no más relojes con siglos de arena.
Cae noche a noche el alfil y el desvelo,
muere la Helena y el tiempo derroca.
El periscopio no miente,
lejos, muy lejos y entonces el grito,
Apocalipsis cercano, viento vibrante
cielo esculpiendo el Enola inminente.
¿Qué hacer entonces?
Sólo saltar hacia el cosmos,
ir al garete en el franco universo hacia el puerto del polvo,
polvo lunar bajo el ojo del sueño,
polvo de miel y pantallas genuinas,
polvo bendito, polvo de cartas lejanas,
polvo de tierra en la playa existencia.
Posdata: Debo escribirte un e-mail y decirte, Te quiero.
Fausto, como siempre, poético y meduloso. Todos apurados, colgados de la cola del cometa, en busca ¿de?. Generalmente si nos paramos a pensarlo, no podemos definirlo. Tal vez por eso ahora se nos vuelva tan patente el "horror al vacío". No somos capaces de pasar un día a solas en silencio. Pero sí nos podemos comunicar por teléfono, fax, internet, celular. ¿Eso nos ha hecho más felices o nos ha hecho perder el verdadero valor de la comunicación, lejos de los jajaj de compromiso y del ocultamiento de los sentimientos?.
ResponderEliminarGracias por este escrito, que nos obliga a pensar. Mi cariño de siempre. Clarice.
Es verdad. Si, este poema nos pone a reflexionar, también nos dice en que momento de nuestra vida estamos, toda tan avanzado y lo que falta, me ha perecido muy bello lo que describes, saludos!!!
ResponderEliminarY la espera, el ocio, la capacidad de disfrutar la "lentitud", la pausa, la coma o el punto y aparte. También eso se nos perdió en la era de las comunicaciones instantáneas y omnipresentes que tan hermosamente describes, Fausto.
ResponderEliminarTu "Es inaudito esperar el cometa, tarda mil vidas", me trajo a la mente este cuento, que les comparto aquí para ahondar en la paradoja que ponen sobre la mesa Fausto, en metáforas, y Clarice, en su lectura siempre perspicaz.
"Una noche de verano en un castillo a orillas del Sena. Dos hombres se encuentran. El primero es un caballero del siglo XVIII, que ha pasado, en secreto, una larga noche sensual entre los brazos de una amante. El segundo es un brillante parisino de hoy que ha ligado con una mujer joven a la que acaba de conocer en un congreso y se ha apareado rápidamente con ella al borde de una psicina. Dos hombres de dos siglos distintos, un encuentro atemporal e irónico: es el final de La lentitud de Milán Kundera, donde el escritor ciego estigmatiza la prisa de nuestro tiempo. Porque el intrépido parisino, quizá sólo quiere olvidar esas horas malgastadas, "siente una insaciable sed de velocidad", y sale disparado hacia su casa en una moto. En cambio, el lánguido caballero sube a su carroza "para emprender, en medio de una ensoñación, el lento viaje que lo devolverá a París." ¿A dónde han ido a parar los ociosos de antaño? se pregunta Kundera. ¿Ya no queda nadie que sepa saborear el encanto de la demora y el ocio? El ejemplo del sensual caballero es válido aún hoy. Porque el amor, pero en general todos los sentimientos positivos, para crecer y florecer necesita lentitud." (Pasini, Willy. Los tiempos del corazón: prisas y pausas en la vida y en el amor. Ed. Grijalbo. p. 87)
Saludos, pausados.
Lilyán