sábado, 21 de junio de 2008

POEMA


BIENAL DE LAS HADAS


Me gusta el aroma del sol que se pierde,
escuchar las marejadas de las sombras,
todo parece aceptar la pendiente,
aun las ventanas, aun el aire
que se asoma a sus reflejos.

Cada mirada es de pronto otro cuadro,
otro Rembrandt que pincela en el ojo,
tal vez otro Greco, otro Van Gogh
delirando en las córneas.

El lienzo es nocturno en el ojo cerrado,
¿qué es parpadear sino entrar en el arte?
el tiempo es estambre que avanza en matices,
a veces desnudo, a veces vistiendo
la piel de las flores.

Tejer es abrir y cerrar la mirada,
el gancho del alma, el marco que
exhibe el reflejo que observa.

Afuera está el mar que es oleaje por dentro,
se logra observar hasta el hálito turbio,
después todo es bruma, bienal de las hadas.

Se mira hacia afuera el vacío de los labios,
la vista se vuelve indomable,
se pintan paredes, pero entonces
la mirada es vagabunda.

Toda ventana es vaivén de suspiros,
¿qué estoy viendo de repente?
autos que atropellan el silencio,
puentes que cruzan sus piernas,
cubiertos de luz en el plato del vidrio.

Aun el sonido es un tono de nieblas,
un pájaro en vuelo,
una cúpula de espacios y de formas.


Ya no recuerdo el sendero del rostro,
pero sigo en movimiento,
sigo el trecho del flautista,
el único efluvio de embrujo en el aire.

Las horas proveen sus palabras,
la tinta es suspiro y murmuros,
el símbolo emerge en sus propias memorias,
la voz determina el color del olvido,
Picasso bosqueja el follaje del pecho,
y así los pinceles matizan
las venas del tiempo.

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